Thursday, August 14, 2014

Un paseo por el Vaticano

Decididos a aprovechar al máximo el día, salimos temprano del hostal. En todos mis años de joven católica practicante conocer esta ciudad era un sueño y aquel día las ansias no me dejaban mentir. Llegar al lugar en bus fue toda una odisea, cada bus que pasaba estaba repleto de turistas con el mismo sueño y las mismas ansias que yo.

La única forma de lograrlo fue caminar hasta la estación donde salen los buses y correr para alcanzar la salida del primero. Era un día gris, muy gris, pero nada me quitaba la emoción hasta que me adentré en la plaza de San Pedro y me dije: ¿Y esto era?

Siempre he sido una persona curiosa, todo tiene un por qué y mi afán es encontrar esa respuesta. Aún con mi fe firme llegué al lugar con muchas preguntas y muchas expectativas. Nuestra primera experiencia fue la exposición de Verbum Domini con una gran colección de los primeros textos, documentos bíblicos y su historia de la cual salí muy confundida.

En ese momento comenzó a llover a cántaros, de esas lluvias que no hay sombrilla que valga, de esas lluvias que te nublan la mente y te ahúman el corazón. Nada nos detuvo. Hicimos una fila más larga que la de INESPRE para entrar a la Basílica de San Pedro.

Una vez dentro mis ojos apenas pestañaban y pensé que nunca había visto algo tan hermoso en mi vida, hasta que entramos al Museo Vaticano. Sus jardines, escaleras, sus pasillos, sus colecciones, el techo (¡Dios mío el techo!), cada mínimo detalle en este lugar era una obra de arte valiosísima. Y pensé que sin duda este era el lugar más hermoso que mis ojos habían visto. Hasta que entramos a la Capilla Sixtina.

No puedo combinar las palabras para describir la belleza del lugar. Kant lo hace mejor cuando dice: “La belleza es lo que por su fuerza nos conmociona y llena de dolor por nuestra propia pequeñez, pero que nos satisface con un sentimiento de exaltación de la grandeza de nuestra propia naturaleza”.

Regresaría sin pensarlo. Volvería sin prisa para absorber cada detalle de toda la historia que custodia el lugar. Volvería para buscar las respuestas a las tantas preguntas que me surgían durante el recorrido.

Al salir, caí en cuenta de que estaba en otro país, el más pequeño del mundo. Un estado independiente de algunos 900 habitantes, tomando como punto de referencia que en mi antiguo colegio éramos 2,000. Y me pregunto: ¿Qué tanto poder político se ha de tener para lograrlo? ¿Qué tanto poder económico sustenta esta independencia? Viajé en busca de la raíz de la fe de mi Santa Iglesia Católica y no la encontré allí. No encontré a Jesús, no encontré su testimonio vivo. Encontré poder, mucho poder y me asusté.

T.A.

2 comments:

  1. Wow!! Me encantó Tania! La descripción me hizo sentir que realizaba el viaje contigo. Muy asertivas tus palabras de cierre.

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