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No
tenemos tiempo ni espacio en la maleta para pensar en la ropa y los accesorios
porque durante esos días son un estorbo. Nunca sabes la hora o el lugar donde
terminarás almorzando, y de verdad…no te importa. No hay dietas ni ejercicios. Te peinas solamente el primer día, seguir haciéndolo es totalmente innecesario.Y es aquí cuando ponerse bonito para el otro comienza a empalagar.
Comienzas a empaparte de una nueva cultura, a entenderla, a vivirla, y es cuando inicias verdaderamente a respetarla. Respetar la gente, sus creencias, sus valores, sus preferencias y su estilo de vida. Diariamente durante el recorrido nos tocará interactuar con ellos,
ayudados por unas cuantas señas, en caso de no dominar el idioma, porque lo
importante es llegar. La mochila, un par de tenis, un mapa, la cámara
fotográfica…algo más?
Solo
nos toca vivir, abrazar ese presente que desafortunadamente y por alguna
extraña razón se esfuma más rápido que en tu entorno habitual. Y lo
único que podemos saborear al volver a casa son las experiencias que guardamos en imágenes, en la
memoria y en el corazón.
T.A.
T.A.
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