¡Cuánta gandulería y pereza!
Controlar
lo que pueda pensar el otro a través de mis acciones me resulta tan incómodo
como la picada de un mosquito en la planta del pie, y mostrar cordialidad o
interés me empalaga tanto como leer la palabra caramelo. Pero estas ganas son como el apetito, o comes lo que
anhelas o mueres de hambre hasta que alguien te da a probar algo mejor. Y esto
último, es lo único seguro.
T.A
T.A